Luis Caro con sus relatos, que por certera elección los agrupa bajo el título Morales Moralitos, ni más ni menos que una empresa de transportes peruana en acusada decadencia, invita a una experiencia espiritual de tránsito.
Andaremos con él por distintos lugares, pero también seremos compañeros de la dramática búsqueda de la patria perdida y del anhelo nunca saciado de una juventud que soñaba -entre otras cosas- con la revolución eterna.
Así conoceremos a Vittorio, un carabinieri enamorado de Evita que se pasea por la historia argentina como un náufrago;al viejo Carote y su inacabable medianera; al Bocha Patané, que traste con traste, comparte un pedacito de jabón con quién le quitara los sueños y los dientes en una pelea olvidable; o aquel portero travestido en Alcalde de Magdalena.
Luis Caro, el autor vivo, el fotógrafo de instantáneas, el cuentero empedernido, sabe que nos tiene en la palma de la mano. Por eso nos habla de cerquita, pero eso se ríe con desenfado: sabe que de esa historia, así como entramos, deberemos salir con él. Es nuestro guía, es quién señala qué hay que ver, qué hay que escuchar, a qué hay que darle importancia. Selecciona la toma, recorta la escena, dispara y allí está la foto. Una foto donde las experiencias del autor y lo inventado se funden desde la verdad del escritor. Está él y estamos nosotros en ella. Es y somos los jóvenes iniciados, los que caminan a la vejez, los que perdieron los sueños, los del mal negocio. Nosotros.
Del prólogo del libro por Marcelo Marán.